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Su viaje

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La última vez que nos vimos, dejamos a nuestro joven amigo desconcertado por una rosa que maneja sus últimas palabras antes de la despedida con una apacible dulzura. El desencanto amoroso desencadena su viaje, una necesidad urgente de fuga. Así que nuestro querido amigo, que era demasiado joven para amarla, ignorando si es posible la vuelta, decide deshollinar cuidadosamente sus tres volcanes, arranca los últimos brotes de baobabs y riega su flor por última vez con lágrimas en los ojos. Leyendo este párrafo, y sin abandonar su significado, es inevitable pensar en el mundo de los niños tan diferente al de las personas mayores. Un mundo extraordinario donde puede pasarse en un instante de la risa al llanto y de nuevo a la risa. Poco a poco perdemos esa espontaneidad y ya no volvemos a penetrar en estos imperios. Los capítulos que llegan a continuación forman una comunión conceptual a pesar de ser independientes y confrontan a nuestro protagonista con esos seis (de nuevo) ast

La rosa y el principito

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¿Hay que escuchar a las flores? Sobrevolemos los capítulos VIII y IX. Asistimos al despertar de una flor. No aparece en cualquier momento, de cualquier forma, sino exactamente a la salida del sol, sin arrugas, desplegando su belleza y dejando a nuestro principito con los ojos como platos. La rosa contiene su floración hasta aparecer ante nuestro joven amigo de una forma única, diferente al resto de las flores que habitaban en su pequeño planeta, cuidando hasta el último detalle para conseguir ser el centro de su vida. Sin embargo, su falta de modestia y su vanidad así como el deseo de forzar un vínculo con el principito, convierten sus palabras en un acto casi de tortura. Esta rosa, tal y como hemos hablado, puede tener de nuevo muchas interpretaciones. Hemos trabajado una pequeña biografía de Antoine de Saint-Exupéry, en la que leímos que el contenido de esta nueva aventura podría estar dedicado a su gran amor, Consuelo. Una relación un tanto contradictoria, ll

Corderos y flores

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¿Os importa la guerra entre los corderos y las flores? La grandeza de este libro es que puede ser interpretado de muchas formas según la persona que lo lea y según el tipo de lector, ya que circulamos por una continua metáfora que lo   convierte en único y especial. Cuando cae en nuestras manos, todo lo que acumulamos en nuestra experiencia vital fluye y empiezan a surgir emociones, reflexiones, dudas y activando recuerdos. Según la misma, ponemos en cuestión sobre si somos más aviadores que principitos o viceversa, si “lo urgente siempre devora a lo importante” o si todavía podemos mirar el mundo sin meandros o caminos retorcidos. Es difícil, y una es consciente de ello. Estos dos capítulos que vamos a abordar son tremendamente interesantes y dan lugar,   tras una lectura compartida, a rastrear senderos que inteligentemente dibuja el autor. Me interesa especialmente atraer vuestra atención sobre dos aspectos que considero fundamentales:          

Pintando atardeceres.

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V iajamos hasta el capítulo VI, que coincide esta vez con un número que ha venido llamando nuestra atención y que como os habéis percatado va de la mano del Principito desde el comienzo de nuestra aventura. ¿Seremos capaces de seguir rastreándolo hasta el final y hacer una reflexión? Un reto difícil pero que intentaremos.  Prestemos atención, esta parte de su historia puede resultarnos reveladora. Nuestro amigo nos habla apasionadamente de la suavidad de las puestas de sol y nos cuenta que durante mucho tiempo el disfrutarlas a solas fue su única distracción. Cuando está muy triste, le consuela contemplarlas una y otra vez. Tiene una vida melancólica. Hasta ahora nos habíamos hecho una idea sobre su pequeño planeta, sus rutinas, necesidades , miedos , preocupaciones,¿pero qué sabemos en verdad sobre él? Compartiendo nuestra lectura, nos surgen estos interrogantes: - ¿Qué le ocurre a nuestro pequeño príncipe? ¿ Por qué estará tan triste? ¿Será por sus problemas