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Mostrando entradas de 2018

Salvando planetas primordiales

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H abían pasado tres días desde que conocí al Principito, y cada vez que conversábamos me sorprendían sus sabios comentarios y sus afinadas preguntas.                   - ¿Es bien cierto, verdad, que los corderos comen arbustos?                   - Sí, es cierto.                   - ¡Ah! Me alegro. No entendí por qué era tan importante que los corderos comiesen arbustos, pero el Principito agregó:                  - Entonces, ¿comen también baobabs? Nuestro pequeño príncipe nunca olvida una pregunta. ¿Y vosotros? Analicemos juntos el capítulo V y reflexionaremos sobre la fundamental ocupación y fuente de preocupación del Principito por salvar su pequeño planeta. Veréis, sé que os entusiasman las leyendas. A mí también. Su magia abre nuestra mente, es un impulso para adentrarnos en territorios desconocidos que nos pueden aportar un estado de ensoñación que fácilmente se arraiga a una mirada soñadora (como la que compartimos) y a la vez podemos aprender d

El príncipe de las metáforas

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Hay historias que quedan para siempre en tu memoria, evolucionan y maduran contigo, te acompañan y te inspiran casi sin saberlo; te susurran al oído sin darte explicaciones. Forman parte de tu pasado y de tu presente. Hace muchos años que leí por primera vez El Principito, fue una de esas lecturas escolares obligadas. En ese primer contacto, no acabé de “ver” sus pasos (aunque los tenía delante) quizás porque la niña que habitaba en mí ocupaba un espacio interior considerable y leía solo un cuento maravilloso. El Principito, pacientemente me esperaba en una de las sabias estanterías de mi padre, nos espera a todos, porque irremediablemente te hará falta reencontrarte con él, tendrás la urgente necesidad de recuperar la limpieza de la mirada infantil, de escuchar esas sabias reflexiones y poder confirmar que lo esencial es invisible a los ojos , repetirlo una y otra vez, para que como a él nunca se te olvide.     Ahora que me he convertido en “una persona grande” (en

De Steventon a la casita de ladrillos rojos...

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Coged mi mano, abrid bien los ojos y no tened el corazón despistado... Os llevaré al sur de la vieja y hermosa Inglaterra de Jane Austen. Comenzaremos nuestro viaje en el pueblecito donde nació: Steventon. Buscadlo en vuestro mapa. Es un lugar muy querido por nuestra Jane, allí pasó sus primeros 25 años y se fue formando como escritora.  La casa parroquial de Steventon, donde vivía la familia Austen Vivía en una casa de campo con sus padres (George Austen y Cassandra Leigh) y sus siete hermanos. En ese precioso lugar escribió los primeros trazos de "La abadía de Northanger", "Orgullo y prejuicio" y "Sensatez y sentimiento". Por motivos de salud de su padre, más tarde comienza otra etapa en otro lugar llamado Bath, un pueblo famoso por su balneario y que aparece en algunas de sus obras. Pero allí no fue demasiado feliz y apenas escribió.  Balneario de Bath Bath Por cierto, tenéis un reto que superar... debéis buscar un t