Corderos y flores
La grandeza de este libro es que puede ser interpretado de
muchas formas según la persona que lo lea y según el tipo de lector, ya que circulamos
por una continua metáfora que lo convierte en único y especial. Cuando cae en nuestras manos, todo lo que
acumulamos en nuestra experiencia vital fluye y empiezan a surgir emociones, reflexiones,
dudas y activando recuerdos.
Según la misma, ponemos en cuestión sobre si somos más
aviadores que principitos o viceversa, si “lo urgente siempre devora a lo
importante” o si todavía podemos mirar el mundo sin meandros o caminos retorcidos.
Es difícil, y una es consciente de ello.
Estos dos capítulos que vamos a abordar son tremendamente
interesantes y dan lugar, tras una
lectura compartida, a rastrear senderos que inteligentemente dibuja el autor.
Me interesa especialmente atraer vuestra atención sobre dos
aspectos que considero fundamentales:
1. ¿Qué
emociones se desencadenan entre el aviador y nuestro protagonista a partir de
su interesante conversación sobre la importancia o no de la guerra entre los
corderos y las flores?
2. ¿Por
qué crea confusión en el principito el despertar de una rosa en su asteroide? Le dedicaremos (a esa rosa especial) una entrada para ella sola...
Nuestro joven protagonista tiene la esperanza
de que ese pequeño cordero alivie la pesada carga diaria de limpiar su planeta,
pero al mismo tiempo teme que devore a su flor especial, a esa pequeña rosa
(¿diferente?) que ha despertado en su hogar y que pretende defenderse ante el mundo con cuatro espinas que parecen
servir de poco. Ese cordero parece ser al mismo tiempo solución y problema. Sí,
muchas veces nos ocurren situaciones parecidas.
El principito deposita
su confianza en el aviador, pregunta insistentemente, le transmite su pesar,
pero a éste no parece importarle demasiado, no son “cosas serias” y está muy ocupado
intentando arreglar su motor. ¿Os ha ocurrido algo parecido a vosotros? A mí,
sí. Ya me contaréis…
A partir de ahí, podéis observar un” efecto dominó” en las
emociones de ambos.
Veamos qué les ocurre en ese diálogo.
AVIADOR: Irritado PRINCIPITO: Resentido.
AVIADOR: Avergonzado PRINCIPITO : Absorto e irritado.
AVIADOR: Arrepentido PRINCIPITO: Desconfiado, dolido.
Y todo termina con un pequeño desconsolado, se siente incomprendido y un aviador ya consciente de la importancia de escuchar a su amigo y volcado en darle consuelo a pesar de su torpeza.
¡ Es tan misterioso el país de las lágrimas!
Seguro que todos nos reconocemos en este episodio y hemos
representado ambos papeles en nuestra vida.
Conclusión: en reiteradas ocasiones, los adultos, esas “personas
mayores” podemos ser muy torpes, debemos APRENDER a ESCUCHAR, y os puede parecer que vuestros
asuntos no son importantes, pero realmente lo son. No lo dudéis.
Le pedí perdón, lo arrullé entre mis brazos diciéndole: la flor que tú amas no corre peligro. |
Recordad...
" Lo esencial es invisible a los ojos"
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