Pintando atardeceres.








Viajamos hasta el capítulo VI, que coincide esta vez con un número que ha venido llamando nuestra atención y que como os habéis percatado va de la mano del Principito desde el comienzo de nuestra aventura. ¿Seremos capaces de seguir rastreándolo hasta el final y hacer una reflexión? Un reto difícil pero que intentaremos. 
Prestemos atención, esta parte de su historia puede resultarnos reveladora.
Nuestro amigo nos habla apasionadamente de la suavidad de las puestas de sol y nos cuenta que durante mucho tiempo el disfrutarlas a solas fue su única distracción.
Cuando está muy triste, le consuela contemplarlas una y otra vez. Tiene una vida melancólica. Hasta ahora nos habíamos hecho una idea sobre su pequeño planeta, sus rutinas, necesidades , miedos , preocupaciones,¿pero qué sabemos en verdad sobre él?

Compartiendo nuestra lectura, nos surgen estos interrogantes:
- ¿Qué le ocurre a nuestro pequeño príncipe? ¿ Por qué estará tan triste? ¿Será por sus problemas anteriormente mencionados o quizás sea por un motivo diferente?
- ¿Confiaba en el aviador? ¿ Por qué no le responde?
-¿ Qué sentiría al contemplar tantas veces una puesta de sol?

Quizás sienta que le falta algo en su vida, pero lo iremos descubriendo poco a poco. De momento, lo que es seguro es que nuestro pequeño amigo está inundado por una emoción de la que hasta ahora no habíamos hablado.
Por cierto, ¿qué es la melancolía? ¿Lo sabéis?




La persona melancólica chapotea entre cosas nostálgicas: un recuerdo, una canción, una película, un momento especial...

Vamos a buscarlo en el diccionario.

Diferencia entre melancolía y tristeza. Poniendo nombre a las emociones.

Hemos hablado sobre aquellos momentos que nos producen melancolía.

La melancolía traza un bucle que, si dura demasiado, puede resultar dañino y provocar una profunda tristeza de la que puede resultar costoso salir.



Ahora, quizás, podéis entender mejor a nuestro pequeño amigo. Pero, para intentar comprender el alivio que le suponía permanecer sentado frente al atardecer, observaremos en silencio una imagen de nuestra hermosa ciudad abrazada por los últimos rayos de sol. ¿Qué os hace sentir?

Os intentaré explicar qué siento yo.

Llega el momento...

El cielo se difumina en colores cálidos, los anaranjados inundan el horizonte.

Cuando el atardecer se tiñe de naranja y el día se prepara para adormecer, contemplarlo forma parte de un ritual que invita a la reflexión, a la paz y a una propuesta interior de cambio. Los atardeceres tienen el mágico poder de influir en nuestro estado de ánimo; la belleza, contenida en un lapsus temporal segmentado, impregna nuestra retina de una dulce melancolía que atrapa el silencio y la armonía necesarias para abordar la penumbra que se arrastra lentamente hasta consumir cualquier atisbo de vida.

Perderse en un atardecer consuela, calma y alimenta lo más esencial del ser humano; se funde en tu interior como se diluyen los últimos rayos de sol en el horizonte.

Una experiencia adictiva y diferente: desaparecer para renacer en el lugar donde se perpetúan los sueños, donde los anhelos quedan a salvo hasta poder contemplarlo de nuevo.
El crepúsculo tras la puesta de sol.

Y vosotros, ¿qué habéis sentido? Aquí están pintados en blanco y negro algunos de sus atardeceres:




«Desde el mismo segundo que empiezo a contemplarlo, siento que toda la tristeza que pueda tener se va porque tanta belleza en un mismo lugar me inspira tranquilidad. Como el Principito, lo he visto muchas veces, es una experiencia inolvidable.
Contemplar la puesta de sol con los barcos al fondo me inspira muchas emociones buenas, siempre que voy a la playa la veo.
Tiene muchas cosas espectaculares, el sol reflejándose en el mar y de fondo un destello que solo se ve en ese momento, así que es especial y mi momento favorito de una puesta de sol».
(Son alumnos de tercero de Primaria...)



«Para mí es una creación fascinante de la naturaleza, en la que el Principito se desahogaba "de vivir más solo que la una". Yo creo que si pudiera ver una, cogería mis alas y ¡echaría a volar! En ese momento tocaría los rayos reflejados en el mar, suaves como el pelo del cordero. Acariciaría los seis colores del atardecer. Me encanta el color del cielo, es un color que a todo el mundo le encantaría poder ver .
Los marineros deberían de estar encantados de navegar por los siete mares con sus barcos junto al sol».

«Para mí el atardecer es un momento especial y me tranquiliza, me hace tener sentimientos, el mar me da energía y fuerza. Caminar sobre la arena me relaja y hace que se me quiten mis pensamientos negativos».



«En un atardecer, un pequeño Principito está desconsolado, no sabía qué hacer y me puse con él a contemplar una puesta de sol. Para mí una puesta de sol es algo bellísimo, hermoso, espectacular, inolvidable y también es algo importante».





«Para mí una puesta de sol es más que un regalo, porque me inspira para cuando estoy nerviosa y pues verla hace que me sienta feliz y que no me preocupe de los problemas, y cuando la veo me imagino que estoy al lado de el Principito y que soy su gran amiga».





«Cuando veo un atardecer pienso en aquel Principito desconsolado que cada mañana se despierta y limpia su pequeño planeta.
Me gustan los atardeceres, son muy bonitos y me hacen reflexionar sobre mi día, en las cosas buenas y malas.
Noto como baja el sol y empieza a hacer frío. Mí último atardecer fue en la playa, olía a agua salada y la verdad es que había muchos barcos».


Hemos pintado nuestros atardeceres con palabras tras observar estas imágenes o recordar momentos grabados en vuestra memoria y verbalizarlos, todos distintos y especiales. Ahora usaremos las acuarelas para expresarnos de una forma plástica al igual que las usó Exupéry para ilustrar su maravilloso libro.
Vais a crear belleza, por tanto, pensad qué queréis expresar, elegid bien vuestros colores y tonalidades. Coged la mano de nuestro protagonista y dadle consuelo.

Mezclar,experimentar...crear.








¿Estabas, pues, verdaderamente triste el día de las cuarenta y tres veces?
El Principito no respondió.

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