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Pintando atardeceres.

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V iajamos hasta el capítulo VI, que coincide esta vez con un número que ha venido llamando nuestra atención y que como os habéis percatado va de la mano del Principito desde el comienzo de nuestra aventura. ¿Seremos capaces de seguir rastreándolo hasta el final y hacer una reflexión? Un reto difícil pero que intentaremos.  Prestemos atención, esta parte de su historia puede resultarnos reveladora. Nuestro amigo nos habla apasionadamente de la suavidad de las puestas de sol y nos cuenta que durante mucho tiempo el disfrutarlas a solas fue su única distracción. Cuando está muy triste, le consuela contemplarlas una y otra vez. Tiene una vida melancólica. Hasta ahora nos habíamos hecho una idea sobre su pequeño planeta, sus rutinas, necesidades , miedos , preocupaciones,¿pero qué sabemos en verdad sobre él? Compartiendo nuestra lectura, nos surgen estos interrogantes: - ¿Qué le ocurre a nuestro pequeño príncipe? ¿ Por qué estará tan triste? ¿Será por sus proble...

Salvando planetas primordiales

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H abían pasado tres días desde que conocí al Principito, y cada vez que conversábamos me sorprendían sus sabios comentarios y sus afinadas preguntas.                   - ¿Es bien cierto, verdad, que los corderos comen arbustos?                   - Sí, es cierto.                   - ¡Ah! Me alegro. No entendí por qué era tan importante que los corderos comiesen arbustos, pero el Principito agregó:                  - Entonces, ¿comen también baobabs? Nuestro pequeño príncipe nunca olvida una pregunta. ¿Y vosotros? Analicemos juntos el capítulo V y reflexionaremos sobre la fundamental ocupación y fuente de preocupación del Principito por salvar su pequeño planeta. Veréis, sé que os entusiasman las leyendas. A mí también. Su magia abre nuestra mente, es un impu...

El príncipe de las metáforas

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Hay historias que quedan para siempre en tu memoria, evolucionan y maduran contigo, te acompañan y te inspiran casi sin saberlo; te susurran al oído sin darte explicaciones. Forman parte de tu pasado y de tu presente. Hace muchos años que leí por primera vez El Principito, fue una de esas lecturas escolares obligadas. En ese primer contacto, no acabé de “ver” sus pasos (aunque los tenía delante) quizás porque la niña que habitaba en mí ocupaba un espacio interior considerable y leía solo un cuento maravilloso. El Principito, pacientemente me esperaba en una de las sabias estanterías de mi padre, nos espera a todos, porque irremediablemente te hará falta reencontrarte con él, tendrás la urgente necesidad de recuperar la limpieza de la mirada infantil, de escuchar esas sabias reflexiones y poder confirmar que lo esencial es invisible a los ojos , repetirlo una y otra vez, para que como a él nunca se te olvide.     Ahora que me he convertido en “una persona gr...