Su viaje



La última vez que nos vimos, dejamos a nuestro joven amigo desconcertado por una rosa que maneja sus últimas palabras antes de la despedida con una apacible dulzura. El desencanto amoroso desencadena su viaje, una necesidad urgente de fuga. Así que nuestro querido amigo, que era demasiado joven para amarla, ignorando si es posible la vuelta, decide deshollinar cuidadosamente sus tres volcanes, arranca los últimos brotes de baobabs y riega su flor por última vez con lágrimas en los ojos.

Leyendo este párrafo, y sin abandonar su significado, es inevitable pensar en el mundo de los niños tan diferente al de las personas mayores. Un mundo extraordinario donde puede pasarse en un instante de la risa al llanto y de nuevo a la risa. Poco a poco perdemos esa espontaneidad y ya no volvemos a penetrar en estos imperios.

Los capítulos que llegan a continuación forman una comunión conceptual a pesar de ser independientes y confrontan a nuestro protagonista con esos seis (de nuevo) asteroides cercanos al suyo que irremediablemente lo conducirán hacia los hombres. «Empezó, pues, por visitarlos para tener algo que hacer y para instruirse.»

Seis visitas antes de llegar a nuestro planeta serán suficientes para recordarnos verdades asentadas pero que nos cuesta ver porque las lentes del mundo adulto son engañosas y deforman el mundo real. No son algo casual, todos ellos contienen una enseñanza y tocaremos cada una de las puertas que nos presentarán a esos peculiares habitantes que seguro reconocemos.


Asteroide 325

Estaba habitado por un rey vestido de púrpura y armiño sentado en un trono sencillo pero majestuoso.



Centremos nuestra atención en la fórmula de saludo.
—¡Ah, un súbdito! exclamó el rey cuando vio al principito.
—¡Cómo puede reconocerme si hasta ahora no me ha visto nunca! se preguntó el principito.

La frase que viene a continuación es reveladora: "No sabía que para los reyes el mundo está muy simplificado. Todos los hombres son súbditos".
A cada sugerencia o pregunta de nuestro protagonista le sucede una orden expresa del monarca.
¿Puedo sentarme? inquirió tímidamente el principito.
Te ordeno que te sientes le respondió el rey.
Gobernaba sobre los planetas y estrellas que le rodeaban. No solo era un monarca absoluto, sino universal, que estaba convencido de poder exigir obediencia porque sus órdenes eran razonables. Pero el principito se da cuenta de que las basa en actos que van a suceder los ordene o no.

Lo que está claro es que este rey conoce muy bien el arte de mandar. Un capítulo contado con mucha ironía y un espléndido sentido del humor.

Y como nadie manda si otro no se deja mandar, nuestro amigo se marcha aburrido y extrañado sobre el mundo de los mayores.



Asteroide 326.
Lo habitaba un ser vanidoso. Veamos cómo recibe al principito:
¡Ah! ¡Ah! ¡Ahí tengo la visita de un admirador!
Y es que para los vanidosos, los otros hombres son admiradores.
Posee un raro sombrero pensado exclusivamente para saludar al ser aclamado.

Se cree mejor que todos, el más guapo, el mejor vestido, el más rico, el más listo; en definitiva, el que más merece. Pero depende de los halagos de los demás para dar sentido a su vida y, al producir su rechazo, queda en la más absoluta soledad. No se puede compartir nada desde la falta de humildad.



Asteroide 327

Habitado por un bebedor. Una visita muy corta pero melancólica.
En esta ocasión, nadie saluda. Este habitante está en silencio rodeado de botellas vacías y una colección de botellas llenas.
¿Qué haces aquí? preguntó al bebedor.
Bebo respondió el bebedor.
¿Por qué bebes? le preguntó el principito.
Para olvidar respondió el bebedor.
En este pasaje nos avisa del peligro de no saber enfrentarse a los problemas y caer en un círculo del que puede costar muchísimo salir; se busca entonces refugio en sustancias que, lejos de solucionar problema alguno, puede llevarnos a la más absoluta ruina vital.

Asteroide 328

El cuarto planeta era del hombre de negocios. Tampoco saluda, está demasiado ocupado. Pasa su vida «contando cositas que hacen soñar a los holgazanes», es decir, ESTRELLAS.
Esta vez, nos presenta a la típica persona que solo vive para acumular ganancias, sin ser capaz de disfrutar de lo esencial de la vida. No tiene tiempo para atender a nuestro pequeño príncipe ni a ninguno de nosotros. «Desde luego, los mayores son realmente extraordinarios», se decía simplemente a sí mismo durante el viaje.



Asteroide 329

Habitado por un farolero y su consigna, claro.
Un planeta curioso, el más pequeño de todos y el menos absurdo aunque al principio cueste creerlo. Enciende una y otra vez su farol, un oficio terrible en esas circunstancias, sobre todo si lo que quieres es dormir y tu planeta gira cada vez más deprisa y te lo impide. Pero debes seguir haciendo lo mismo. ¡La consigna es la consigna!
Es un ser desgraciado aunque, a diferencia de los anteriores, se ocupa de algo más que de sí mismo.


Asteroide 330

Este planeta era muy grande y en él vivía un señor viejo que escribía enormes libros.
¡Vaya! ¡Un explorador! exclamó, cuando vio al principito ¿De dónde vienes?
¿Qué es ese libro tan gordo? dijo el principito ¿Qué hace usted aquí?
El anciano era geógrafo, un sabio que sabía dónde se encontraban los mares, los ríos, las ciudades, las montañas y los desiertos. A pesar de su gran sabiduría, no se ocupaba de comprobar por sí mismo los datos que recibe de otros. No explora, exploran para él y debe confiar en sus exploradores. Y eso tiene sus riegos.
Llena sus libros de cosas que siempre van a permanecer, descuidando lo que es pasajero. ¿Una flor es pasajera o permanece? ¡Uy! ¡Pobre rosa! Seguro que no está en su libro...
Mi flor es efímera se dijo el principito—, y solo tiene cuatro espinas para defenderse contra el mundo. ¡Y yo la he dejado sola allí!
Fue su primer movimiento de pesar, pero recobró el ánimo y le preguntó qué le aconsejaba visitar. Ni os cuento la respuesta...
EL PLANETA TIERRA le respondió el geógrafo TIENE BUENA REPUTACIÓN...
Y es que, al final, todos los caminos conducen a los hombres. ¡Menuda reputación!



Para finalizar, daremos un toque lleno de magia y cuento con la ayuda inestimable de un futuro docente (Chema González Navarro), que nos propone el antiguo teatro japonés, Kamishibai, como un original recurso para contar historias con enseñanzas morales. Os dejo con una muestra de ello.


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